¡Raboni! (Juan 20:11-21)

María Magdalena, aquella mujer que fue liberada de demonios y salvada durante el ministerio de Cristo, vio morir a su Señor y se quedó junto al sepulcro llorando con el corazón destrozado al no ver el cuerpo allí. Ella todavía no había entendido que Cristo había resucitado. Pero Cristo quiso consolar a esta mujer de dos formas. En primer lugar, por medio de los dos ángeles, que recordaban aquel propiciatorio donde se derramaba la sangre para satisfacer la ira de Dios. María debió haber entendido que el sacrificio del Señor Jesús había sido aceptado por el Padre y que su pecado y culpa había sido perdonada. En segundo lugar, Cristo consoló a María al dirigirle unas palabras. Le recordó que él ascendería a los cielos, pero que enviaría al Santo Consolador. Además, le dijo que Dios era Padre de ella y no tenía por qué temer. Así que, el mensaje que puede traer consolación al corazón más atribulado es el mensaje del evangelio.

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