Ninguno se perdió, sino el hijo de perdición (Juan 17:11-12)

Mientras estuvo en la tierra, Jesús guardó a sus discípulos de peligros físicos y los guardó espiritualmente; el mundo podrá hacer el intento de hacernos caer, pero estamos seguros de que permaneceremos firmes porque así como Cristo guardó a los suyos el Padre nos guardará. Sin embargo, hubo uno que sí se perdió: el hijo de perdición. La mención de Judas Iscariote debía, por un lado, hacer que los discípulos no se desalentaran en su fe al ver a los apóstatas. Pero también era una solemne era una advertencia para que los discípulos no cayeran en pereza espiritual. Así nosotros también podemos tener la confianza de que seremos preservados por el Padre, pero no debemos caer en negligencia espiritual sino mantenernos en los medios que Dios ha dado para perseverar.

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