Cristo, nuestra Pascua (Juan 19:31-37)

Cuando los soldados romanos se acercaron a Jesús para quebrarle las piernas, se dieron cuenta de que ya estaba muerto y decidieron simplemente atravesar su costado con una lanza. El hecho de que las piernas de Jesús no fuesen quebradas no fue algo fortuito, sino que Juan el evangelista lo ve como el cumplimiento de lo que estaba escrito y profetizado sobre Jesús en el Antiguo Testamento, donde dice que no se rompería ninguno de los huesos del cordero de la pascua. En otras palabras, Juan nos está diciendo que así como en la Pascua la sangre del cordero protegió a los israelitas del ángel de la muerte, así Cristo al derramar su sangre es el verdadero Cordero de Dios que murió para quitar el pecado del mundo, satisfacer la ira de Dios y recibir el juicio que su pueblo merecía. De manera que todo aquel que confía en ese Cordero recibe la salvación, la vida eterna y ya no hay ninguna condenación para él y es librado del poder del pecado ¿Has confiado en ese Cordero perfecto?

Compartir: