Lo que creemos

Confesión Bautista de Fe de 1689

Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios infalible e inerrante y es el único fundamento seguro de nuestra fe y práctica. Al mismo tiempo, como una iglesia confesional, nos suscribimos de manera completa a la Confesión de Fe de 1689 que, aunque no tiene autoridad suprema como la Biblia, es un resumen claro y fiel de la enseñanza bíblica. 

Todos nuestros pastores y diáconos se suscriben completamente a dicha confesión de fe. Nuestra confesión de fe contiene la esencia de los credos ecuménicos incluyendo el Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno y el Credo de Atanasio, la Definición de Calcedonia los cuales también afirmamos.

Charles Spurgeon dijo sobre la Confesión de Fe de 1689, «Este pequeño tomo no se presenta como una regla autoritativa ni como un código de fe, sino como una ayuda en casos de controversia, una confirmación en la fe y un medio para edificación en justicia. En él los miembros más jóvenes de nuestra iglesia tendrán un conjunto resumido de enseñanzas divinas, y por medio de pruebas bíblicas, estarán preparados para dar razón de la esperanza que hay en ellos. No te avergüences de tu fe; recuerda que es el antiguo evangelio de los mártires, confesores, reformadores y santos. Sobre todo, es la verdad de Dios, contra la que las puertas del infierno no pueden prevalecer. Haz que tu vida adorne tu fe, haz que tu ejemplo adorne tus creencias. Sobre todo, vive en Cristo Jesús, y permanece en él, no creyendo ninguna enseñanza que no haya sido manifiestamente aprobada por él y sea propia del Espíritu Santo. Aférrate a la Palabra de Dios que aquí es explicada para ti».

Documentos de la iglesia

Resumen doctrinal

LAS ESCRITURAS. Las Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento fueron dadas por la inspiración de Dios, y son el único estándar suficiente, seguro, y autorizado de todo conocimiento, fe y obediencia que salva.

DIOS. Hay un solo Dios, el Creador, Conservador y Gobernante de todas las cosas, teniendo todo tipo de perfección en Sí Mismo y de Sí Mismo, y siendo infinito en cada uno; y a El toda criatura le debe el nivel más elevado de amor, reverencia y obediencia.

LA TRINIDAD. Hay un solo Dios, y Él se revela a nosotros como Padre, Hijo y Espíritu Santo, cada uno con distintas características personales, pero sin división en Su naturaleza, esencia o ser.

LA PROVIDENCIA. Dios, desde la eternidad, decreta o permite que acontezcan todas las cosas, y sostiene, dirige y gobierna perpetuamente todas las criaturas y todos los eventos sin ser de ninguna manera el autor o el aprobador del pecado, y sin destruir la responsabilidad personal de las criaturas inteligentes.

LA ELECCIÓN. La elección es la selección eterna de Dios de algunas personas para la vida eterna – no por algun mérito previsto en ellos, sino por la mera misericordia de Dios en Cristo – y por consecuencia de esta elección son llamados, regenerados, justificados, santificados y glorificados.

LA CAÍDA DEL HOMBRE. Dios originalmente creó al hombre a Su propio imagen, y libre de pecado; pero, por medio de la tentación de Satanás, el hombre transgredió el mandamiento de Dios y cayó de su santidad y justicia original; por lo cual su posteridad (es decir, descendientes) heredan la naturaleza corrupta y completamente opuesta a Dios y Su ley, están bajo condenación, y tan pronto como sean capaces de acción moral, llegan a ser transgresores verdaderos.

EL MEDIADOR. Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, es el único Salvador y Mediador designado divinamente entre Dios y el hombre. Habiendo tomado en Sí la naturaleza humana, pero sin pecado, Él cumplió con la Ley perfectamente, padeció y murió en la cruz por la salvación de pecadores. Fue sepultado, resucitó al tercer día, y ascendió a Su Padre, en cuya diestra vive para siempre para hacer intercesión por Su pueblo. Él es el único Mediador, Profeta, Sacerdote, Rey de Su Iglesia y Soberano del universo.

LA REGENERACIÓN. La regeneración es una transformación del corazón, una obra del Espíritu Santo, quién da vida a los que están muertos en sus delitos y pecados, iluminando sus mentes espiritualmente para salvación con el fin de entender la Palabra de Dios, y renovando su naturaleza completa para que amen y practiquen la santidad. Es una obra solamente de la gracia gratuita y especial de Dios.

EL ARREPENTIMIENTO. El arrepentimiento es una gracia evangélica, en el cual el Espíritu Santo hace consciente a una persona de la maldad multiforme de su pecado, para que se humille con tristeza piadosa, que deteste, y aborrezca el pecado y a sí mismo, con el propósito de caminar ante Dios de tal manera que le agrade en todas las cosas, en obediencia, justicia y santidad.

LA FE. La fe salvadora es la creencia, basada en la autoridad de Dios, de cualquier cosa que se revela en Su Palabra referente a Cristo; aceptándolo y reposando en Él solamente para la justificación y la vida eterna. Es el resultado de la obra del Espíritu Santo en el corazón, es acompañada por todos los otros frutos de la gracia salvadora, y lleva a una vida de santidad.

LA JUSTIFICACIÓN. La justificación es la absolución misericordiosa y total de todo pecado por Dios de pecadores que creen en Cristo mediante el sacrificio satisfactorio que hizo Cristo en la cruz. En virtud de la obra de Cristo y por la fe en Él, el pecador es recibido como si fuera perfectamente justa aunque no la es en su experiencia. No es dado por algo merecido ni hecho por ellos, sino por causa de la obediencia y satisfacción de Cristo; ellos reciben y reposan en Él y Su justicia por la fe y solamente por la fe aparte de las obras.

LA SANTIFICACIÓN. Aquellos que han sido regenerados también son santificados por medio de la Palabra y el Espíritu de Dios morando en ellos. Esta santificación es progresiva a través del suministro de fortaleza Divina, la cual todo santo busca obtener, buscando una vida celestial en obediencia de corazón a todos los mandamientos de Cristo.

LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS. Los que Dios ha aceptado en el Amado, y santificado por Su Espíritu, jamás caerán totalmente ni finalmente de su estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán hasta el final; y aunque pueden llegar a caer en el pecado por negligencia y tentación, constristando al Espíritu, impidiendo sus gracias y consuelos, trayendo reproche a la Iglesia y juicios temporales sobre ellos mismos, serán renovados nuevamente para el arrepentimiento y serán conservados por el poder de Dios mediante la fe que da salvación. Todo verdadero cristiano persevera en la fe hasta el final, y los que no perseveran y se apartan a la apostasía jamás fueron regenerados.

LA IGLESIA. El Señor Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual se compone de todos Sus discípulos verdaderos, y en Él está invertido supremamente todo poder para su gobierno. Según Su mandamiento, los cristianos han de formarse en iglesias locales; y a cada una de estas iglesias Él ha dado la autoridad necesaria para administrar el orden, la disciplina y la adoración que Él ha designado. Los oficiales regulares de la iglesia local son los pastores-ancianos y los diáconos.

EL BAUTISMO. El bautismo es una ordenanza del Señor Jesús, obligatoria para todo creyente, donde es sumergido en agua en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, como un testimonio y señal de su comunión con la muerte y la resurrección de Cristo, el perdón de los pecados y de su entrega a Dios, para vivir y andar en vida nueva. El bautismo no salva pero el creyente se bautiza para glorificar al Señor por medio de obediencia a Su mandato y para testificar de la salvación que ya ha recibido por la pura gracia y misericordia de Dios en Cristo.

LA CENA DEL SEÑOR. La Cena del Señor es una ordenanza de Jesucristo que ha de administrarse con pan sin levadura y el jugo de la vid, la cual han de celebrar Sus iglesias hasta el fin del mundo. No es en ningún sentido un sacrificio, sino que fue designado para conmemorar Su muerte, para confirmar la fe de los cristianos y para ser un vínculo, un compromiso y una renovación de su comunión con Él, y de su comunión con la iglesia, además de testificar de la anticipación del creyente en esperar la plena manifestación del Reino de Dios.

EL DÍA DEL SEÑOR. La Iglesia del Nuevo Testamento da el ejemplo de congregarse en el Día del Señor (es decir, el Domingo) para la lectura y enseñanza de la Palabra de Dios, la adoración, la oración la edificación mutua y el ánimo mutuo – estimulándose unos a otros a amar y a las buenas obras. Es propio ver el Día del Señor como una celebración de la resurrección de Cristo y la redención de Su pueblo. Es un mandato de Dios que los creyentes se congreguen en el Día del Señor.

LA LIBERTAD DE CONCIENCIA. Sólo Dios es el Señor de la conciencia; y El la ha dejado libre de las doctrinas y mandamientos de hombres que son contrarios a Su Palabra, o no tienen nada de Su contenido en ellas. Los magistrados civiles son colocados por Dios por lo que la sujeción de todas las cosas legales ordenados por ellos deben de ser efectuadas por nosotros en el Señor, no solamente por el castigo, sino también por motivos de conciencia.

LA RESURRECCIÓN. Los cuerpos de los hombres se convierten en polvo después de la muerte, pero sus espíritus regresan inmediatamente a Dios – los justos gozan de la presencia de su Señor en el cielo; los impíos son guardados bajo el castigo de la ira de Dios en el infierno. Después de la segunda venida del Señor Jesucristo, los espíritus serán reunidos a los cuerpos de todos los muertos, tanto de justos como de injustos, y todos serán corporalmente resucitados.

EL JUICIO. Dios ha designado un día en el cual Él juzgará al mundo por medio de Jesucristo, cuando le dará a cada persona conforme a sus obras. Después de la resurrección, los impíos recibirán la justa retribución de su maldad y serán echados al castigo de fuego eterno y los justos recibirán la recompensa de su labor por la gracia de Dios y entrarán en la vida eterna en la presencia de Dios y del Cordero para glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.