En este capítulo Moisés enseña la aplicación del sexto mandamiento de la ley de Dios, «No matarás». Para ello presenta tres escenarios posibles dentro del pueblo de Israel: un asesinato accidental, un homicidio alevoso y la presentación de falsos testigos. En cada uno de estos casos los israelitas debían actuar con justicia, reflejando al Dios justo que adoraban. Esto nos enseña como cristianos a que debemos conducirnos conforme a la justicia y a la verdad en toda nuestra manera de vivir. Por otro lado, nos muestra que los juicios de Dios vienen sobre aquellos que cometen injusticia, ya sea desde un gobierno, hasta un individuo. Y por medio de las ciudades de refugio podemos entender que Jesús es un suficiente salvador para todo el que se refugia en él.