Saúl es ungido rey (1 Samuel 10)

En este capítulo encontramos el establecimiento de Saúl como el primer rey de Israel. En primer lugar, aunque Saúl fue ungido con aceite y recibió la capacitación del Espíritu Santo para llevar a cabo su llamado como rey, su vida no se caracterizó por seguir de todo corazón al Señor. Esto nos enseña que la religión externa no es sinónimo de salvación. En segundo lugar, cuando Saúl se escondió entre el bagaje demostraba tener una pobre teología al no reconocer que Dios era capaz de obrar por medio de instrumentos débiles. Tercero, el pueblo de Israel, al ver a su nuevo rey, se dejó guiar por la apariencia de Saúl en lugar de confiar en Dios. Saúl, entonces, nos recuerda que el único rey perfecto es el Señor Jesucristo, quien fue ungido plenamente con el Espíritu Santo para llevar a cabo su gran obra de salvación.

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