El pueblo de Israel había sufrido una terrible derrota y eso llenó de incertidumbre el corazón de Josué. Pero Dios le dijo que no temiera sino que prosiguiera con la conquista. No debía temer sufrir otra derrota porque el pecado de Acán ya había juzgado y castigado. Josué podía confiar en que Dios estaría con ellos para darles la victoria. De este evento aprendemos que como iglesia no debemos temer porque nuestro pecado y castigo ha sido pagado por Cristo. También nos muestra que el pueblo de Dios puede esperar su bendición cuando anda en obediencia a sus mandatos. Además, nos muestra la necedad del pecado de Acán al no esperar la bendición de Dios. Y finalmente, ver al rey de Hai ser colgado en un madero como maldito, nos lleva a considerar a Cristo, quien siendo inocente recibió la maldición de Dios por nosotros.