La ofrenda de purificación (Levítico 4)

En la vida solemos llegar a tropezar y caer en pecado sin darnos cuenta, al menos en un principio. Estos pecados de yerro o no intencionales siguen siendo graves y requieren de un sacrificio. La ofrenda de purificación enseñaba al pueblo de Israel que Dios es Santo y que necesitaban ser limpiados de la contaminación del pecado para vivir delante de él. Por muy insignificante que pueda parecernos un pecado, debemos reconocer que este siempre es muy aborrecible. A la luz del sacrificio perfecto y sin mancha de Cristo, que llevó todos y cada uno de nuestros pecados en el madero sin haber pecado ni siquiera por yerro, ¿no debería de causar una mayor convicción de la terrible pecaminosidad del pecado?

Compartir: