En este capítulo encontramos la exposición del segundo mandamiento de la ley moral de Dios. Israel debía erradicar la adoración falsa de Canaán, evitar cualquier forma de adoración como lo hacían los cananeos, adorar solo en el lugar que Jehová designara conforme a los lineamientos que Dios les diera. Esto nos enseña que la adoración está regulada por Dios mismo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Pacto. Dios nos dice cómo debemos adorarlo por medio de su palabra. Aunque en el Nuevo Pacto la adoración ya no está limitada a un edificio físico, eso no quiere decir que no esté regulada y limitada a su templo que es la santa iglesia de Cristo. Además, la adoración en la Iglesia no tiene el propósito de satisfacer los deseos de los hombres, sino edificarnos unos a otros, exhortarnos, alentarnos, y darle gloria a Dios.