Vemos en este capítulo que el pecado de David trajo graves consecuencias y desorden para su familia. Su hijo Amnón cometió un pecado grave contra su hermana Tamar y sin embargo David no tuvo el discernimiento para impedirlo, ni la determinación para castigarlo. Esto nos llama a prestar atención a nuestros hogares, a estar llenos de la Palabra y de la sabiduría del Espíritu y a atender el pecado en nuestra casa. Por otro lado, cuando vemos el pecado del rey David podemos darnos cuenta de que él no era el rey esperado, sino que era necesario que viniera Jesús, quien venció la tentación, el pecado y la muerte y por su obra nos da acceso a u reino de justicia y santidad.