En este capítulo se nos narra la segunda celebración de la Pascua, un año después de la salida de Egipto. Pero algunos hombres no sabían si celebrarla habiendo estado inmundos. Moisés entonces decide consultar a Dios. Y no solo recibe la respuesta para esta pregunta, sino que además el Señor se anticipa a darle indicaciones a Moisés sobre lo que debía de hacer cuando alguien voluntariamente se negaba a celebrar la Pascua: debía ser cortado del pueblo pues estaba despreciando la obra de salvación de Dios en el pasado, y la obra de salvación que Dios proveería en el futuro. De aquí aprendemos a tener solemnidad cuando tomamos las ordenanzas de Dios y nos anima a mantener un fuerte deseo por celebrar la Cena del Señor.