En este capítulo Moisés llama al pueblo de Israel a que confirmen su acuerdo de guardar la ley por medio de aceptar la maldición de Dios si dicha ley era quebrantada. Esa maldición y juicio cayó sobre Israel conforme a la palabra de Dios por cuanto no permanecieron en las cosas escritas en la ley. De la misma manera, el juicio y la maldición de Dios están sobre los que han violado la ley, esto es, todos los hombres. Pero este capítulo también revela que Dios ha provisto un medio para reconciliar consigo mismo a los que han transgredido su ley. Ese medio es Cristo, quien se ofreció como sacrificio para llevar la maldición que los quebrantadores de la ley merecían y así librar de la condenación a todo aquel que se arrepiente y cree en él.