La necesidad de un sacerdote nos habla de quién es el hombre y quién es Dios, porque el hecho de que Dios es santo y que el hombre es pecador hace indispensable a alguien que pueda rogar a Dios por el perdón del pueblo. Y en este capítulo volvemos a tener una descripción de las vestiduras de los sacerdotes aunque solo nos enfocaremos en dos elementos. El primer elemento son las piedras con los nombres de las tribus de Israel que el sacerdote llevaba en su pecho, las cuales servían de consolación para el pueblo porque de esta manera sabían que Dios no se olvidaría de ellos. El segundo elemento son las campanillas que enfatizaban la santidad del oficio sacerdotal. Todo esto prefiguraba a Cristo, el Santo, que murió por nuestros pecados y ahora vive para siempre a la diestra del Padre para interceder por su pueblo.