Este capítulo nos lleva a meditar en al menos tres cosas. En primer lugar, Dios asegura a su pueblo que su presencia estará con ellos. Si esto era verdad en ese entonces, ¡cuánto más el Señor hoy en día está con su iglesia! En segundo lugar, Dios comenzó a cumplir la promesa de que haría del pueblo de Israel una gran nación y que estaría esclavizado en una nación extranjera según lo había dicho a Abraham. Y en tercer lugar, así como la familia de Israel gozó de privilegios en el reino de Egipto por la posición en la que se encontraba José, nosotros gozamos del reino celestial del Padre porque conocemos a Cristo y somos conocidos por él.